Un paseo por Japón
- Samuel Parra
En el país del Sol naciente, donde la mayoría de coches no alcanzan los 700cc, en el que pasar la ITV cuesta más dinero que muchos coches de segunda mano y donde un Ford es más difícil de ver que un Ferrari, hay una cultura automovilística tan envidiable como diferente a la nuestra. Recientemente tuve la oportunidad de comprobarlo por mí mismo.
Japón es diferente, de eso no hay duda. Quizá sea el hecho de que sus habitantes vivieron aislados del resto del mundo durante casi 300 años lo que ha propiciado que tengan una cultura, estilo de vida, entretenimientos y, por supuesto, vehículos, que no tienen nada que ver con lo que podemos encontrar por nuestras calles. Sin ir más lejos, ¿se os había ocurrido alguna vez utilizar maxiscooters como base de una preparación consistente en alargar y bajar la moto todo lo posible? ¿No? Pues en Japón ha llegado a ser incluso una subcultura: Los japoneses son muy suyos. El parque móvil del país está, en su gran mayoría, compuesto por marcas autóctonas. Además, los coches están adaptados a sus necesidades, por lo que suelen ser pequeños y con gran capacidad de carga. De hecho, el gobierno impulsó un plan para crear vehículos funcionales, que consumieran poco y tuvieran unas medidas reducidas tras la Segunda Guerra Mundial, lo que dio origen a los Kei cars (軽自動車). Son vehículos de 660cc de cilindrada y unas medidas contenidas, que se extienden a lo largo y ancho de las islas japonesas. Aunque no todos los Kei cars parecen cajas de zapatos… Sin embargo, esto es sólo la punta del iceberg. En Japón, pese a que los impuestos que gravan los vehículos sean astronómicos para coches antiguos y/o de alta cilindrada, eso no impide que los verdaderos amantes del mundillo tengan un coupé noventero esperándoles en la puerta (literalmente, ya que es obligatorio tener parking para poder comprar un coche). La variedad de modificaciones también es tremendamente diversa, con estilos que no cruzan las fronteras del país nipón, como los Kaido racers o los Itasha, coches que harían las delicias de cualquier otaku. Incluso un “simple” Honda Jazz puede llegar a despertar pasiones si está bien modificado (y los japoneses son muy, muy meticulosos para eso): Pero si hay algo en lo que Japón destaca es, sin duda, en el mercado de piezas de segunda mano. Por decirlo en pocas palabras: es prácticamente infinito. Y si no, ¿en qué otro lugar se puede ir a comprar un tramo de escape de primera marca como el que va a un supermercado? Estas fotos son de una franquicia muy pequeña de Upgarage, la cadena más extensa del país en lo que a piezas de segunda mano se refiere. Sin embargo, incluso aquí se pueden encontrar bodykits para muchísimos modelos diferentes a precios que parecen mentira (todavía dudo de si el frontal completo de un Honda CR-Z por 20€ al cambio era real o fue una enajenación mental transitoria). Sin embargo, por encima de todo, a los japoneses les gusta lo bueno. Y si saben que lo es, olvidan todos sus prejuicios acerca de las marcas extranjeras, olvidan las incomodidades de conducir con el volante a la izquierda, e importan cosas como este Naylor TF 1700. O esta mezcla de coches europeos, ¡todos pertenecientes a un mismo dueño! Pese a no ser más que una breve visita al país, durante mi estancia me quedó claro que en Japón se vive el motor como en muy pocos sitios. Añadid este destino a la lista de imprescindibles que un amante del motor ha de visitar al menos una vez en la vida, junto con Nürburgring o Pikes Peak. No os arrepentiréis. Dos R32 volviendo de una mañana de touge por las montañas de Nikko. Sólo en Japón. Y hablando de cosas que sólo pasan en Japón… Pasión por las Volk, hasta en ruedas de todoterreno. El pasado y el futuro, lado a lado. Casi esperaba ver la típica pegatina de BMW Respect Your Elders (Respeta a tus mayores).