Esto es Goodwood
- Samuel Parra
Han tenido que pasar unos días para que me pudiera sentar a escribir y relatar lo que viví en los 4 días que duró el Goodwood Festival of Speed. Podría haberlo hecho mientras todavía estaba en Inglaterra, pero por las tardes, cuando salía del recinto y llegaba al apartamento que habíamos alquilado, me ponía a escribir y, tras unas líneas, me daba cuenta de que me faltaba perspectiva: estaba rodeado de prácticamente todo lo que un aficionado al motor quisiera ver en persona por lo menos una vez en su vida, y tras el impacto inicial del primer día, me parecía absolutamente normal.
Hoy, unos 10 días después, empiezo a darme cuenta de lo increíble que es este evento: exposiciones, carreras, exhibiciones, concurso de elegancia, todo tipo de vehículos: desde coches de principios de siglo hasta prototipos, superdeportivos, drift, F1… La esencia del mundo del motor tiene nombre propio: esto es Goodwood. Para los que no lo conozcáis -si es que hay alguno-, un poquito de historia: en 1993, Lord March, un terrateniente Inglés, quiso organizar una carrera en el circuito de Goodwood, pero no obtuvo los permisos necesarios para hacerlo. En vez de dejarlo estar, decidió organizar un evento en sus tierras (a pocos minutos del circuito), dando lugar así al primer Festival of Speed. Pensado inicialmente como un evento de un día, a la vista del éxito de su primera edición se fue ampliando su duración hasta los 4 días.
La principal atracción del festival es el hillclimb, una subida cronometrada en un tramo de 1.87 kilómetros en la que participan todo tipo de coches de cualquier época. Lo que la hace diferente es la proximidad desde la que los espectadores pueden ver cómo los coches destrozan el asfalto, a tan solo unos metros. De hecho, la cercanía tanto con máquinas como con pilotos es una constante durante todo el festival: no hay apenas barreras protegiendo coches cuyos precios superan las 7 cifras, los pilotos (de todo tipo y no desconocidos precisamente: puedes tener a un lado a Nico Rosberg y al otro a Jean Ragnotti) se pasean por la exposición tranquilamente mientras hablan con los visitantes que se van encontrando. Dudo mucho que en algún otro sitio se pueda encontrar este ambiente. Para muestra un botón: Chris Forsberg arreglando el parachoques de su Nissan 370Z de drift a base de bridas mientras charlaba con algunos fans. El recinto donde se celebra el FoS es enorme, pero eso no significa que el evento esté descafeinado: nada más entrar nos recibe una selección de supercars e hypercars que quitan el hipo. Ferrari F40, Porsche 918 Spyder, Pagani Zonda PS, Lamborghini Miura… Tras haber dado sólo unos pasos en el recinto ya pude hacer unos cuantos tachones en mi lista de coches que ver antes de morir. Y aún no había pasado de la entrada.
No sé cuánto tiempo pasó mientras los miraba embobado desde todos los ángulos, pero un sonido infernal me sacó de mi ensimismamiento y me recordó que el primer grupo de coches ya había salido a pista, así que cogí un buen sitio en las gradas y me senté a disfrutar. Además de la prueba cronometrada y los entrenamientos previos, hay eventos en la pista durante los 4 días: los coches del festival, separados en grupos, se turnan para hacer una subida de exhibición como más les apetece: saludando al público, yendo a fondo, quemando rueda… durante esos momentos la pista se cierra el público y sólo se puede cruzar por los pasos elevados situados al principio y al final del tramo. Cada grupo sale a pista mínimo una vez al día durante los 4 días, por lo que para los asistentes es posible combinar ratos en las gradas con paseos por los paddocks y así poder verlo todo.
El primer grupo de coches que pude ver era el de los Supercars y los llamados First Glance Cars, coches que eran prototipos, one-off o unidades de preproducción. La acción nunca acaba en Goodwood, y en los momentos en los que no había nadie en pista era hora de mirar al cielo: había exhibiciones acrobáticas varias veces al día. Pero quizá lo que más me sorprendió fue la reacción del público cuando aparecieron los coches de drift. Evidentemente, Chris Forsberg, Mad Mike, Vaughn Gittin Jr, James Deane y demás venían a pasárselo bien, y se notaba. Pero ver al público Inglés de pie vitoreando a estos pilotos mientras hacían donuts cuando unos minutos antes un Ferrari FXXK sólo había conseguido arrancar unos tímidos aplausos en las gradas realmente me hizo darme cuenta del tirón que tiene esta modalidad para todo tipo de aficionados del motor, incluso -quién lo diría- el gentleman Inglés. Pese a lo extraño que pudiera parecer en un primer momento, haber incorporado estos coches al Festival of Speed ha sido todo un acierto. Además del ascenso, la otra gran atracción de Goodwood en lo que a competición se refiere es una etapa de rally de tierra en la parte alta de la colina. No es algo con lo que uno se pueda encontrar por casualidad, ya que sólo se accede en tractor tras un viaje de unos 10 minutos desde la zona baja del recinto. Una vez arriba, los asistentes que han decidido pasar ese rato botando de un lado a otro y tragando polvo mientras el tractor hacía el ascenso son recibidos por una selección increíble de coches de rally de todas las épocas. Pero de entre todos ellos, había uno que me puso los pelos de punta. Cuando lo vi de lejos no pensaba que fuera el original, sino una réplica inspirada en él. Pero al acercarme, vi la matrícula y no tuve duda: R19 WRC. El coche con el que Colin McRae ganó el Rally de Portugal de 1998. Recuerdo estar delante de la televisión y ver ese Subaru Impreza volando por los tramos como si fuera ayer. Me impactó tanto que no paré hasta conseguir la versión R/C de ese coche, que a día de hoy aún conservo. Y ahí estaba, en escala 1:1, el de verdad. No era el único Subaru con pedigree, ya que al lado tenía el Impreza con el que Richard Burns participó en el Rally de Catalunya de 1999, entre otros. Pero si hablamos de rallies, algo que no puede faltar es una mención a los Grupo B. Más de 30 años después se sigue hablando de aquellas míticas etapas en coches que desafiaban toda lógica. Y si de aquellos eventos nació un modelo especialmente espectacular, ese fue, sin duda, el Ford RS200. Podría pasarme horas comentando todos y cada uno de los coches que vi, porque creedme cuando os digo que la selección de coches era algo que escapa a la razón. De hecho, ¿habíais visto alguna vez un Aston Martin preparado para este tipo de carreras? Esto ha sido sólo un atisbo de lo que de verdad es el Festival of Speed. Faltan muchísimas cosas: la visita a las diferentes exposiciones, los expositores que las marcas tenían preparados, los muchos otros grupos de coches que también recorrieron los 1.87 kilómetros de la subida e incluso un repaso a los mejores coches que poblaban los aparcamientos públicos de la zona. Pero eso será en próximos artículos. De momento, disfrutad del resto de fotos.