Expo JDM 2016, sentimientos encontrados
- Samuel Parra
364 días después de su anterior edición, y repitiendo escenario, la Expo JDM ha vuelto a celebrarse por segundo año consecutivo. Recuerdo la edición del año pasado con mucho cariño: fue uno de los primeros eventos a los que asistí como reportero de StreetRunners, y lo que vi me impactó: una quedada que por organización, localización y ambiente tenía posibilidades de convertirse en uno de los referentes del país en cuanto a cultura japonesa. Me explico: acostumbrado a eventos en los que el escenario era un descampado en medio de la nada, donde la organización y calidad de los participantes brillaban por su ausencia, la Expo JDM fue un soplo de aire fresco en la escena catalana: con un aeródromo como enclave, sistema de admisión previa de participantes y una buena organización detrás, el evento tenía todas las papeletas de ser un éxito, y así fue. Sin embargo se puede morir de éxito, y este año (siempre bajo mi punto de vista) las cosas se podían haber hecho mejor. Es por eso que, a diferencia que el año pasado, en este artículo me gustaría no sólo destacar los mejores coches de la quedada, sino también repasar el sabor “agridulce” (recalco las comillas) que en lo personal me ha dejado esta edición. La localización del evento obligó a los participantes a acceder al aeropuerto de buena mañana, y pese a haber avisado por activa y por pasiva del horario de entrada, la puntualidad no es algo que abunde en este país. Eso hizo que muchos participantes se quedasen fuera del recinto en primera instancia, teniendo que habilitar el acceso por segunda vez a media mañana para que entrasen los coches restantes.
Y yo me pregunto… ¿Tan difícil es? Es verdad que es fin de semana y que un madrugón no es lo que más apetece, pero si has tenido la suerte de ser seleccionado, ¿qué menos que ser puntual? Es ya un tema de educación -o más bien de falta de ella-. Una vez dentro del recinto, muchas caras conocidas: contra esto no se puede hacer nada, los proyectos que traen los participantes son los que son, y no se puede pretender que en un año la mayoría de los coches sean nuevos. Sin embargo, fue muy agradable ver sangre nueva, como este Honda Civic E-AT con la decoración original Mugen Motul. Otro coche que se estrenó este año fue este precioso RX-7 amarillo. No fue el único, pues también hizo acto de presencia una unidad color plata, pero -quizá por mi afición al anime Initial D-, soy de la opinión de que un RX-7 ha de ser amarillo sí o sí (y a ser posible, llevar exclusivamente Eurobeat en el equipo de música). Una de las novedades de este año era que los coches compartían espacio con algunos aviones del aeródromo, situación que daba pie a hacer algunas fotos espectaculares. Lamentablemente, los escogidos para ponerse bajo las alas de los mismos fueron elegidos por la organización y no hubo posibilidad de rotación entre los participantes (algo comprensible, por otra parte, dado lo complicado que habría sido cuadrarlo todo). Estaría bien que para próximas ediciones la decisión de qué coches puedan ocupar los sitios “privilegiados” no sea exclusivamente de la organización. Una manera sencilla de hacerlo sería mediante votación en las redes sociales, o incluso contando los “Me gusta” de las fotos de los participantes una vez cerradas las inscripciones. De esta manera se garantizaría que los coches elegidos realmente lo merecen. Lo que no es comprensible, al menos para mí, es que en una quedada que se llama Expo JDM, donde las normas de participación exponen claramente que sólo se aceptan coches japoneses con un mínimo de preparación, haya coches alemanes compartiendo espacio con los nipones. ¿Qué sentido tiene? No niego que los Volkswagen de Panscrapers sean espectaculares (¡que lo son!) y merezcan ser expuestos, pero bajo mi punto de vista no tienen cabida en un evento de este tipo, y es chocante que ya en la segunda edición se permita el acceso a coches no japoneses. Si la temática del evento no da para hacer lleno de participantes (cosa que dudo, ya que en el aparcamiento exterior se quedaron algunos coches de buen nivel) se debería dimensionar correctamente el espacio disponible, pero no creo que mezclar coches de este tipo sea la solución por muy llamativos que sean. Otra novedad de este año fueron los stands, desde los cuales se estuvo animando la jornada con música pese a haber sido informados de que no estaría permitido montar ninguna estructura en el aeródromo debido a la normativa del mismo. Parece ser que a última hora se les pudo hacer entrar en razón.
Algo que también me gustó en esta edición es que se pudo ver un mayor número de llantas originales. El caso de España es para estudiarlo a parte, y prueba de ello es la gran cantidad de réplicas que se ven en este tipo de eventos. Me duele ver coches en los que se han invertido miles de euros con llantas Japan Racing -por decir unas-, que no dejan de ser copias de sus homólogas originales (Enkei, BBS, Volk, etc). Este tipo de llantas no están mal para uso “de batalla” y además es cierto que su precio las hace mucho más asequibles que las originales, pero en una exposición de cultura automovilística japonesa en la que se va a ver y apreciar coches, me parece un crimen exponer un Honda NSX (que, no lo olvidemos, en su día costaba 115.700€) que monta unas llantas réplica. Es por eso que quiero destacar las preciosas Watanabe que montaba Alex en su Hachi-Roku -y que le han costado más de un dolor de cabeza- y las Volk TE37 en el clásico color blanco con logos en azul de este Impreza hawkeye. Espero y deseo que al igual que van llegando a España las diferentes corrientes de tuning de otros continentes, también lo haga el respeto por las marcas originales y se empiece a dejar de lado la cultura eBay y Aliexpress. En lo personal, cada vez aprecio más los coches antiguos. Que las nuevas generaciones cada vez van mejor es innegable, pero ver un Civic primera generación (1973 - 1979) en perfecto estado de conservación entre los asistentes es el tipo de cosas que hace a la Expo JDM especial. Y, hablando de rarezas, imposible pasar por alto esta Honda Motocompo, que hasta ahora sólo había tenido el placer de ver en Japón. Para quienes no la conozcáis, fue un intento de Honda en los 80 de crear una scooter plegable y transportable, por ejemplo, en el maletero de un coche y montarla fácilmente cuando las circunstancias lo requiriesen. El maletero del Honda City de aquella época fue diseñado en torno a las formas de esta curiosa moto e incluso coche y moto se vendían en pack. Las ventas de la Motocompo no cumplieron las expectativas de los directivos de la marca de Tokio, pero a día de hoy sigue teniendo muchos adeptos, sobretodo al otro lado del charco. En resumen, la quedada fue una muestra de que con organización y buen hacer se pueden conseguir muy buenos resultados. Un evento así no es un sprint, sino una carrera de fondo, y siendo sólo la segunda vez que se lleva a cabo el resultado es encomiable. Como decía al principio, tengo predilección por este evento y me gusta ver como desde JDM BOX y el club Honda Civic han tratado de innovar dentro de lo posible en esta segunda edición. Para futuras ediciones, además de lo ya mencionado, sería un buen detalle que al confirmar la asistencia a los participantes por email desde la organización se les asignara un sitio en el recinto para que al llegar ya supieran dónde ir. Para rizar el rizo se podría incluir hasta un mapa y así poder separar a los coches expuestos por marcas o modelos, o incluso entregarlo a los visitantes para saber en qué puesto está cierto coche. Pienso que sería la guinda del pastel.
Dicho esto, sólo me queda desearles lo mejor y que podamos seguir disfrutando de esta fiesta de la cultura japonesa muchos años más. Disfrutad del resto de fotos.